Natalia, conocida por su participación en el popular reality show “Desafío”, ha confesado recientemente el profundo dolor y la crisis emocional que vivió tras su amorío con Kevyn. Las críticas despiadadas de la gente, especialmente en redes sociales, la llevaron a tocar fondo, enfrentando una de las etapas más difíciles de su vida. “Casi me muero”, confiesa con la voz quebrada al recordar esos días oscuros. A pesar de haber enfrentado situaciones duras en su vida, como problemas con sus padres y el hecho de tener que irse sola en busca de sus sueños, esta última experiencia de odio en las redes fue, sin duda, su crisis más grande.

“Mi crisis más grande ha sido la última del hate que viví de toda la gente”, dice Natalia con una mezcla de tristeza y resignación en su voz. Habla de cómo, aunque ella trabaja en el mundo de las redes sociales y debería estar acostumbrada a los comentarios negativos, esta vez fue diferente. “Yo pensaba que el hate le entra por un oído y le sale por el otro”, dice, pero cuando la crueldad de la gente supera los límites, la experiencia puede ser devastadora. “La gente es cruel, es demasiado fuerte”, afirma, mostrando cómo las críticas y los comentarios hirientes que recibió la afectaron profundamente.

Natalia se refiere a la percepción que la audiencia tuvo de ella durante su tiempo en “Desafío”. Una percepción que, según ella, no refleja quién es realmente. “Toda la gente opina de la percepción que vieron de mí en el Desafío, y es muy diferente a lo que realmente soy”, explica. Esto, dice, fue “durísimo”. Para alguien que está acostumbrada a las críticas superficiales sobre su cuerpo o su apariencia, Natalia descubrió que lo que realmente le dolía eran los ataques a su carácter y a su esencia. “A mí me pueden criticar en cuestiones del cuerpo, a mí me vale cinco”, confiesa. Pero cuando la gente comenzó a cuestionar quién era ella como persona, la situación se volvió insoportable.

Natalia recuerda un consejo que le dio su padre, un comentario que refleja lo insidioso del constante juicio público. “Mi papá me decía un día: ‘Claro, es que si te vas por tu barrio y en todo lado te dicen ladrón, ladrón, ladrón, llegas a tu casa y te lo cuestionas, así tú sepas que no eres un ladrón’”. Estas palabras de su padre resuenan con la verdad amarga de lo que estaba viviendo. Aunque sabía que las percepciones de la gente no eran ciertas, la constante repetición de esos comentarios negativos la llevó a dudar de sí misma.

“Yo lloraba todo el día y toda la noche”, admite Natalia, describiendo cómo se sentía atrapada en una espiral de angustia y autocrítica. “Yo decía, ‘no parce, ¿qué hice?’”. Las dudas y la culpa la abrumaban, y su autoestima se desplomó. Fue en esos momentos oscuros que las personas que realmente la conocían, aquellos amigos y familiares que sabían quién era Natalia de verdad, intervinieron para ayudarla a recordar su verdadero yo. “Las personas que realmente me conocen fueron las que se encargaron de decirme, ‘Acuérdate que tú no eres así. ¿Dónde está la Natalia berraca? ¿Dónde está la Natalia fuerte?’”.

Natalia admite que en su punto más bajo no quería trabajar. La motivación, algo que había sido una constante en su vida, parecía haberse desvanecido. Pero hubo un momento de claridad, una decisión consciente de no permitir que el odio y las críticas de los demás la destruyeran. “De un momento a otro dije, ‘Bueno, ya no más, ya no me voy a permitir estar más así’”. Decidió ocupar su mente, enfocarse en su trabajo y mantenerse activa todo el tiempo. “Yo trabajé desde que me despertaba, estaba haciendo cosas de trabajo hasta que me acostaba”, explica. Se lanzó a grabar contenido, a entrenar en el gimnasio, y a rodearse de personas positivas que la ayudaron a superar ese capítulo oscuro de su vida.

En su camino hacia la recuperación, Natalia también se topó con personas que, según ella, Dios le puso en el camino. “Me encontré personas que tenía que Dios me las puso ahí y son personas que también me ayudaron a superar eso”, comparte. Este apoyo emocional y espiritual fue clave para que ella pudiera reconstruirse y recuperar su confianza. Natalia reconoce que nadie es perfecto y que todos cometen errores, pero se siente atacada por aquellos que actúan como si nunca hubieran cometido un error. “Que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, dice, refiriéndose a la hipocresía de quienes la criticaron. “Todos critican y critican y critican, y yo digo, ‘Ay no, pues ninguno ha cometido un error en su vida, un pequeño error en tel nacional, ninguno’”.

La experiencia de Natalia es un recordatorio doloroso de cómo las redes sociales pueden convertirse en una herramienta de daño emocional. La cultura del “hate” que predomina en muchas plataformas puede destruir la autoestima y la salud mental de las personas, especialmente de aquellas que, como Natalia, están bajo el ojo público. Las críticas constantes, muchas veces sin fundamento y basadas en percepciones erróneas, pueden llevar a alguien a cuestionar su propio valor y a perderse en una vorágine de ansiedad y depresión.

El camino de Natalia hacia la sanación no ha sido fácil, pero su testimonio ofrece esperanza y una lección poderosa sobre la resiliencia. A pesar de haber tocado fondo, se ha levantado con más fuerza, decidida a no dejarse definir por los comentarios negativos. Su historia también destaca la importancia del apoyo de amigos, familiares y de la fe, elementos esenciales que la ayudaron a mantenerse firme durante este difícil periodo.

Es crucial que las personas comprendan el impacto que pueden tener sus palabras, especialmente en un espacio tan abierto y accesible como las redes sociales. Natalia no es la primera ni será la última en experimentar el odio en línea, pero su historia resuena como un llamado a la empatía, a la reflexión y a la responsabilidad colectiva de construir un entorno más positivo y compasivo en el ámbito digital.

Natalia ha aprendido a canalizar su dolor en productividad, transformando la negatividad en una oportunidad para fortalecerse y crecer. Al compartir su historia, Natalia no solo se libera de la carga de los juicios de los demás, sino que también ofrece un camino para aquellos que puedan estar enfrentando situaciones similares. La lección es clara: no importa cuán profunda sea la caída, siempre hay una manera de levantarse.

Hoy, Natalia sigue adelante, más fuerte y más sabia que nunca. Con la cabeza en alto y la lección aprendida, ella demuestra que no es lo que los demás piensan o dicen de nosotros lo que nos define, sino cómo elegimos responder ante la adversidad. Y Natalia ha elegido ser más fuerte, más resiliente y, sobre todo, ser fiel a sí misma.