El retorno de Gran Hermano en su versión de anónimos prometía ser uno de los grandes eventos televisivos del año en España, tras siete años de ausencia. Sin embargo, desde su estreno en 2024, el programa ha sido objeto de fuertes críticas y controversias, lo que ha generado una oleada de comentarios negativos en redes sociales y un claro indicio de que el formato podría no estar funcionando como se esperaba.

El regreso de Gran Hermano 19 comenzó bajo la sombra de una controversia no resuelta: la condena por una violación ocurrida durante una de las ediciones anteriores, un hecho que llevó al formato a un parón prolongado. Este evento, que sacudió la credibilidad del programa y de la cadena Telecinco, sigue siendo un tema sensible. A pesar de la expectación generada por el regreso del reality, en su estreno no hubo ninguna mención a la víctima ni al trágico suceso. Muchos seguidores consideraron que el silencio sobre este tema era un desatino, especialmente en un programa que siempre ha dependido del impacto mediático.

Pero más allá de los antecedentes problemáticos, la polémica se ha centrado en el casting del programa, que ha decepcionado a muchos. Una gran parte de la audiencia esperaba que el retorno de Gran Hermano Anónimos trajera consigo concursantes genuinamente anónimos y representativos de la diversidad social, como lo fue en ediciones anteriores. Sin embargo, lo que se ha visto hasta ahora dista mucho de esa realidad.

Uno de los principales focos de crítica ha sido el casting, que ha dejado de lado a personas comunes y corrientes, seleccionando en su lugar a participantes con cierto nivel de fama o relevancia en redes sociales. A lo largo de las primeras galas, Twitter y otras redes sociales se han inundado de comentarios negativos hacia esta decisión de la producción. Se ha señalado que los concursantes seleccionados no representan a la población media y que, en muchos casos, se trata de personas que ya tienen una presencia mediática notable, algo que traiciona el espíritu original del formato.

Una de las aspirantes a entrar en la casa de Guadalix de la Sierra, que compartió públicamente su experiencia en el proceso de selección, denunció que se había hecho una selección claramente dirigida a incluir a personas famosas o con miles de seguidores en redes sociales. Según su testimonio, los productores parecían más interesados en seleccionar a gente con una apariencia física idealizada que en incluir a individuos comunes, con historias de vida variadas y auténticas.

Este testimonio refleja un sentir generalizado entre los seguidores más acérrimos del formato. Muchos usuarios se han preguntado por qué no se han incluido concursantes más diversos: personas mayores, de distintas profesiones, o con características físicas más comunes, como personas con sobrepeso, frikis, o de diferentes orientaciones sexuales o identidades de género. Este descontento refleja el fracaso del programa para cumplir con las expectativas de pluralidad que prometía.

En lugar de ofrecer un casting variado y auténtico, el programa ha optado por perfiles que parecen estar diseñados para generar drama amoroso y conflictos interpersonales, un recurso que Telecinco ha explotado en otros realities en los últimos años. Los concursantes seleccionados no superan los 30 años en su mayoría, y muchos de ellos tienen trayectorias profesionales en campos como el modelaje o las redes sociales, lo que para muchos espectadores es una traición al concepto original del formato de Gran Hermano.

Este enfoque ha generado indignación entre los fanáticos más fieles del programa, quienes han expresado que la esencia de Gran Hermano ha sido distorsionada para priorizar el espectáculo y el morbo sobre la convivencia y la autenticidad. Esto es evidente en la inclusión de concursantes con vínculos mediáticos previos, como Eduardo, un boxeador profesional con más de 177.000 seguidores en Instagram, o Violeta, una joven cuya relación pasada con otro concursante ha sido explotada para generar tensión en la casa desde el primer momento.

El formato ha recurrido a estrategias previsibles: exponer secretos del pasado entre los concursantes, generar tensiones amorosas y provocar enfrentamientos que puedan llenar horas de programación en los debates televisivos. Sin embargo, estas tácticas, aunque puedan generar picos de audiencia momentáneos, han sido criticadas por ser fórmulas desgastadas que ya no sorprenden a la audiencia.

Uno de los aspectos más decepcionantes para los espectadores ha sido la falta de diversidad en el casting. No se trata solo de una cuestión de inclusión de personas de diferentes trasfondos sociales o étnicos, sino también de personalidades que realmente representen a la sociedad. La crítica más fuerte ha sido que el programa ha ignorado a sectores de la población que históricamente han formado parte del casting de Gran Hermano, como las “chonis de barrio”, los “frikis”, o personas de edad avanzada que han aportado mucho al entretenimiento del reality en ediciones pasadas.

Los espectadores también han notado la falta de representación de personas LGBTQ+, personas con discapacidades, o incluso perfiles más humildes en cuanto a nivel socioeconómico. Esta carencia de pluralidad ha sido vista como un síntoma del declive del programa, que parece haberse alejado de su objetivo inicial de ser un reflejo de la sociedad en su conjunto.

El estreno de Gran Hermano 19 alcanzó un 17% de cuota de pantalla, una cifra modesta considerando el tiempo que ha pasado desde la última edición de anónimos y las expectativas generadas. Para muchos, este porcentaje no es suficiente para asegurar el éxito del programa a largo plazo, especialmente si no se producen cambios significativos en su enfoque.

Telecinco parece estar enfrentándose a una crisis en su estrategia de programación, con formatos que ya no tienen el mismo tirón que antes y una audiencia cada vez más crítica. La repetición de las mismas fórmulas de siempre, con concursantes cuyo único interés es generar tramas amorosas y conflictos predecibles, ha dejado de captar la atención del público. Este desgaste del formato se ha visto reflejado en la caída progresiva de los índices de audiencia en otras ediciones recientes de realities en la cadena.

A pesar de las críticas, el regreso de Gran Hermano sigue generando un interés mediático considerable, al menos por el momento. Sin embargo, para asegurar su permanencia en la programación, el programa deberá hacer ajustes significativos en su casting y en su enfoque general. El público parece estar pidiendo un regreso a la autenticidad, a la pluralidad de perfiles que hicieron de Gran Hermano un fenómeno cultural en sus primeras ediciones.

Si bien es cierto que los realities de hoy en día dependen mucho del espectáculo y el morbo, Gran Hermano aún tiene la oportunidad de reconectar con su esencia y ofrecer a la audiencia algo más que simples enfrentamientos amorosos y conflictos predecibles. El reto para Telecinco será encontrar ese equilibrio entre el entretenimiento y la autenticidad, algo que muchos creen que el programa ha perdido en este nuevo intento de resurgir.

La audiencia, por su parte, seguirá observando y comentando, en busca de ese Gran Hermano que tanto disfrutaron en el pasado.